BLOG DE LA CONSULTORA

Chi Square

Informe especial económico-político del mes de Diciembre-Publicación Diciembre.

Por Ezequiel González Ocantos para Chi-Square.

Por estos días es un cliché afirmar que la muerte del ex presidente Néstor Kirchner pateó el tablero de la política Argentina. En este informe sostenemos que en realidad más que patear el tablero, su muerte lo ordenó, anticipando el tipping point al que se acercaba la opinión pública y que podía decantar para un lado o para el otro con vistas a las elecciones presidenciales de 2011. El veredicto de las últimas encuestas es claro: el vaso rebasó para el lado kirchnerista. Hasta hace un mes era difícil pronosticar qué sucedería el año que viene; hoy esa tarea es mucho más sencilla. Pasamos a explicar por qué.

Cualquier ávido lector de diarios y revistas políticas de las más variadas persuasiones ideológicas y partidarias, consume un relato que describe la coyuntura nacional como un escenario polarizado, dividido y trabado, en el que la posibilidad de consensos es remota. Esto presupone la existencia de un electorado quebrado, decidido a optar de manera inexorable por un sector u otro de la contienda. Si esta presuposición no existiera, no se explicaría por qué los dirigentes políticos, cuya principal motivación, podemos asumir sin riesgos, es la de maximizar su caudal electoral, esbozan un discurso polarizador para atraer apoyos y voluntades. Dicho en otras palabras, para los políticos anotados en la contienda electoral, el electorado al que apuntan se define por las mismas fallas geológicas que muestra la política en el congreso o en la televisión.


Entendemos que esta caracterización es producto del microclima político, y que encuentra poco correlato empírico en el comportamiento que muestra el electorado en diversos estudios de opinión pública. Las percepciones de “la gente” son mucho más policromáticas que el esquema binario que nos plantea este relato.

En un escenario polarizado lo esperable es encontrar pocos indecisos y poca fluidez entre los votantes del oficialismo y de la oposición. El ciudadano promedio debería tener en claro sus preferencias a futuro si participara de la lógica del microclima que no da lugar para los tibios o para los grises. Por otro lado, uno podría decir que si hay indecisos, estos deberían ser mayoritariamente opositores y que sólo se mantienen indecisos por la abrumadora cantidad de ofertas que plantea ese sector. Si esto fuese cierto, también debería existir una proporción mucho menor decidida a no votar jamás por los referentes de la oposición que por los del kircherismo. Ninguna de estas cosas se observan con claridad en encuestas de opinión realizadas antes o después del fatídico 27 de octubre. Aún más, el crecimiento en el apoyo al gobierno reflejado en las últimas encuestas, es producto del corrimiento de alrededor de un 15% de otrora indecisos y votantes opositores a las huestes oficialistas.

En otras palabras, la ciudadanía no encuentra contradicciones al moverse con comodidad entre oficialismo y oposición, y todavía hay muchos que no se deciden ni por unos ni por otros. La polarización del microclima político no describe el estado de opinión de los argentinos.

Entendemos también, que si bien tanto el gobierno como la oposición dibujan desde sus respectivos atriles una situación de extrema confrontación, la oposición es la que más se perjudica con este planteo. En la medida en la que la oposición no pueda captar el espíritu policromático de la opinión pública y tentarla con un proyecto alternativo superador y menos tajante en su evaluación de la actual gestión, el votante fluido e indeciso optará por lo seguro. ¿Puede la oposición cambiar de estrategia? Creemos que la respuesta es negativa porque el conglomerado anti-kirchnerista se enfrenta a un dilema al intentar escaparse de un esquema discursivo poco propicio para sumar adeptos de cara al próximo proceso electoral.

Para explicar esta afirmación pedimos al lector que se imagine un espacio lineal definido por sus extremos kirchnerista, a la izquierda, y anti-kirchnerista, a la derecha. Es importante aclarar que este no es un espacio ideológico (izquierda vs. derecha), sino que simplemente está definido por su cercanía o no las políticas o al estilo del gobierno. Imagine que tanto el electorado como las ofertas electorales se ubican en distintos puntos de este espacio. Dada la descripción que hicimos sobre los votantes, el votante mediano (o para mayor precisión, aquel ubicado entre el 40 y el 45 percentil), se encuentra alejado de los extremos. Ese es el votante al que hay que convencer para ganar la elección. La oposición se divide en sus diferentes facciones en diversos puntos cercanos a los votantes opositores más acérrimos. El oficialismo, por su parte, se posiciona hacia el otro extremo de la distribución sin encontrar opciones kirchneristas más radicales a su izquierda.

Dado este escenario, es imposible para cualquier oferta opositora moderarse, y acercarse al votante que define la contienda. En cambio, el kirchnerismo, al no tener competidores a su izquierda, puede hacerlo con mayor latitud. Como vimos en la reciente discusión sobre el presupuesto, cualquier facción opositora que intenta este movimiento céntrico es desafiada, y descolocada en el acto, por vertientes anti-kirchneristas más duras. Esto genera un dilema para la oposición que quiere moderarse y volverse electoralmente más competitiva, porque al intentar esa maniobra puede dejar de ser competitiva en el corto plazo. Esto es así porque si los votantes opositores duros, que son aquellos que hacen emerger a las diferentes alternativas opositoras en las encuestas, se desencantan con la moderación, estas alternativas pierden el terreno base que les permite aspirar a más o les da cierta potencialidad electoral, a manos de sus rivales más radicales. Al haber opciones más radicalizadas, el núcleo fidelizado del electorado opositor puede hacer desaparecer las alternativas más moderadas de las encuestas de opinión, que son las que en definitiva marcan la línea de largada de la carrera a la Casa Rosada.

El oficialismo no tiene ese problema. Puede acercarse al FMI o planificar mesas de consenso con los industriales, sin que sus votantes más fieles, aquellos en el extremo izquierdo del continuo, sean seducidos por una opción “más kirchnerista.” El kirchnerismo tiene espacio para moderarse de cara al 2011; la oposición no.

Para aumentar sus potencialidades de triunfo las ofertas opositoras deberían moderar el esquema binario que plantean. Sin embargo, la competencia ofertada por una oposición dividida no les permite tal estrategia. Distinto era el escenario que forjó la alianza entre el FREPASO y la UCR porque simplificó el menú electoral y permitió a esta coalición prometerle al electorado mantener ciertas políticas menemistas valoradas positivamente, como por ejemplo el desterramiento de los traumas inflacionarios mediante la promesa de continuidad del 1 a 1. La fragmentación actual es la contra-cara de la unidad de entonces que permitió cierto corrimiento hacia el centro del continuo.

La percepción de potencialidad electoral es importante, sobre todo para los sectores medios independientes e informados que en el pasado han permitido a ciertas ofertas electorales galvanizar mayorías en las urnas, y que también han retaceado esas mayorías dotando de apoyos no despreciables a los famosos terceros partidos de los 80 y 90. Entre ellos están los votantes que las oposiciones actuales deberían captar para volverse más competitivas en el corto plazo y lograr un efecto virtuoso retro-alimentador a través del voto útil.

Como esperamos quedó claro más arriba, la coordinación de votantes opositores no es tarea sencilla. La ciencia política que estudia los procesos de transición electoral de los llamados autoritarismos electorales, como el caso Mexicano en el año 2000, indica que tal coordinación es esencial para el éxito de la oposición. Salvando las distancias entre el régimen democrático Argentino y aquellos no competitivos en los que de todos modos se celebran elecciones, podemos decir que la coordinación opositora en general no es forjada por los partidos políticos mediante alianzas, sobre todo cuando entre ellos persisten diferencias ideológicas, históricas o programáticas. La coordinación la fabrican los electores que rompen con la inercia del dilema de la acción colectiva y deciden subirse en masa a determinado tren electoral que perciben como el más competitivo. Claro está que para que esto suceda, el electorado debe rechazar de manera mayoritaria las acciones del oficialismo y hacerlo sin medias tintas. Como vimos, este no es el caso argentino. Por otro lado, en la medida en que la imagen de un gobierno invencible y una oposición impotente se consolida, existen menos incentivos para que electores y candidatos coordinen acciones entre electores y entre candidatos con el fin de vencer al oficialismo. Lo vimos en 1995 y en 2007, y lo volveremos a ver, probablemente, en 2011 de no mediar una coyuntura crítica como la famosa resolución 125 que termine con la senda de moderación que ha comenzado a trazar la Presidenta.